Aida Merlano lo perdió todo. Perdió sus “privilegios” carcelarios, la opción de acortar su sentencia, le complicó la vida a sus hijos y el resto de su vida (si no se suicida o la matan) deberá permanecer escondida. O volver a una cárcel a que “le cobren” su osadía. No podrá caminar por ningún lugar del mundo sin la opción de que la delaten o la detengan. No podrá hacer amigos en el lugar donde esté, ni podrá tan siquiera asomarse a una ventana para ver la luz. Está condenada al ostracismo. Hoy, puede estar mona, o tener barba, o convertirse en alguien que no es. Porque aquí también en este acto suicida, perdió su identidad. Nunca mas podrá volver a ser ella misma. Nunca mas podrá tener paz interior. Y de acuerdo a su historial carcelario, si ya intentó suicidarse, no es alocado pensar que lo vuelva a intentar. ¿Tiene sentido?
Y es aquí donde hay que hilar delgado. Si lo perdió todo a cambio de nada, ¿por qué lo hizo? ¿Cuál es la motivación de una persona para asumir ese comportamiento? ¿Qué hace que una mujer, aparentemente frágil, se someta a esta clase de acuerdos? ¿Victima o villana? La información dada por Victor Boekhoudt habla de una pelea entre dos hombres (dos clanes de la Costa). La señora Merlano, bonita, de estrato social bajo, gracias a su belleza logra escalar socialmente, hasta convertirse en “trofeo” para los políticos que la desean. Su única propuesta en el Congreso fue la reglamentación de la aguapanela como bebida nacional: no daba para mas. Pero la necesitan, la utilizan y ella, desde su poquísima valoración personal, accede. ¿Qué tan víctima es de lo que ha vivido? ¿Qué tan responsable por su actuar? La vida privada es de ella, sus matrimonios y sus parejas. Pero la pelea de Julio Guerlein, quien celoso, le reclama a Arturo Char por su relación con Aída es asunto público. Se la pelearon. El joven Char se la quitó al viejo Guerlein. Y este es el quid del asunto: Los Char amenazan a los Guerlein que “pagarían” por su osadía de amenazarlos. Y empieza la debacle: se destapa Casa Blanca, compra de votos, empresas de los Guerlein son investigadas, etc. Aida Merlano es el trofeo en disputa.
Valerie Dominguez vivió algo parecido. Hombres costeños, machistas, “dueños” de sus mujeres. Y mujeres bonitas, con personalidades frágiles y sumisas, accediendo a sus demandas “a nombre del amor”. Esta pasión, el amor unido al poder, forma un entramado capaz de tumbar Estados. ¿No se dijo que el escándalo 8.000 se destapó por motivos amorosos? ¿A través de la Historia, cuántas disputas y hasta guerras entre naciones, tienen de base un lío amoroso? Lo que sigue son consecuencias y venganzas. El gobierno Duque tan caído en imagen y realizaciones debe mostrarse fuerte ante la muchachita, la hija, que no es menor de edad, pero si “hija de su madre” con una lealtad y dependencias que no marcan el calendario pero si un afecto todavía infantil. A ella le va a aplicar su slogan “el que la hace la paga”, con toda la rabia de quien se siente desafiado. Pero a Andrés Felipe Arias “se le cuida” su imagen y familia. ¿Coherencia? Aida Merlano puede resultar muerta. Sabe mucho y no tiene nada por ganar. Estamos ante la novela del año. Sólo que detrás está una mujer, victima de la clase política colombiana. ¿Violencia social de género?
Gloria H. @Gloria.Revolturas